domingo, 26 de junio de 2016

“TRES ACTITUDES FRENTE AL ÉXITO” (Por Francisco Pablo Fortuna A. Th, D.)

En el mundo existen tres tipos de personas, que exhiben sus actitudes ante el éxito. A saber: Los que tienen miedo, los desertores, y los decididos.

Los primeros, son aquellos que a la distancia ven el éxito. Pero piensan en todo lo que deberán enfrentar en la ruta para alcanzarlo. Ni siquiera les interesa intentarlo. Viven siempre al servicio de los exitoso y triunfadores.

Los segundos, son los que miran hacia el éxito y desean alcanzarlo. Pero al comenzar a caminar, por alguna de las rutas que lo llevaran al triunfo, se dan cuenta de la realidad; que para llegar al éxito, deberán enfrentar muchas dificultades y obstáculos. De toda forma, continúan en su intento de triunfar, pero no perseveran, se quedan en el camino o cambian constantemente de ruta, sin terminar ninguna. Estos viven siempre a la sombra de los que terminan la ruta, y con una gran sensación de envidia de los que si llegan. Miran a algunos que fueron sus compañeros en algunas de las rutas que tomaron y que quizás se veían con menos posibilidades que ellos, pero que lograron llegar, y se molestan o se entristecen.

Los terceros, son los que tienen como meta final el éxito. Estos toman la ruta que los llevará al triunfo y nada los hará retroceder. No se detienen ante los escoyos encontrados en el camino. Probablemente, llorarán amargas lágrimas, y dejarán parte de su piel en la ruta, pero no se detendrán, continuarán con pasos firmes porque su próxima y única parada se llama "éxito". Estos vivirán siempre estableciendo nuevas metas, siendo admirados por los que están a su lado, servidos por los que el éxito no es su meta, siendo la sombra y objeto de envidia de los que desean el éxito y se quedan en la ruta. Lo interesante del caso, es que esas actitudes se dejan ver en todas las esferas de la vida. El Señor Jesús dijo: "Ninguno que poniendo su mano en el arado mira hacia atrás, es apto para el reino de Dios." (Luc. 9:62); en los mismos términos se expresa el apóstol Pablo cuando dice: " Hermanos, yo mismo no pretendo haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús." (Fil. 3:13-14).


¿En cuál de los tres grupos te considera estar? No permitas que otros decidan por ti, ni vivas bajo la sombra de quienes probablemente, son menos capaces que tú. Atrévete, si otros han llagado, ¿Porque tu no? Lucha por lo que quieres, y no te detengas hasta lograrlo. Recuerda lo que dice el escritor a los Hebreos, y cito: "Pero nosotros no somos de los que retroceden..." (Heb. 10:39).

Adelante, nos vemos en la próxima parada, que se llama "ÉXITO". 

¿QUIÉN ES PERFECTO? (Dr. Francisco Pablo Fortuna A.)

¡Guías ciegos, que coláis el mosquito, y tragáis el camello!
(Mat 23:24)

Este versículo pertenece a la quinta denuncia, de las ocho pronunciadas por el Señor Jesús en este capítulo 23 de Mateo, contra los Escribas y Fariseos. Los Escribas aparecen por primera vez en el 2 libro de Samuel 8:17, donde se habla de Seraías como escriba. La función de los escribas consistía en registrar eventos y decisiones importantes (Jer. 36:26; 1 Crón. 24:6; Est. 3:12). Durante el exilio babilónico, los escribas se convirtieron en expertos en la palabra de Dios, a fin de copiarla, preservarla y enseñarla. A Esdras se le consideraba un escriba, por su destreza en la enseñanza de la palabra de Dios (Esd. 7:6).

Los Fariseos, por su parte, aparecen por vez primera en el libro de Mateo 3:7. Estos tuvieron  su origen, probablemente durante los años 160-143 a. C., el término “fariseos” significa “los separados”, quizás porque ellos se apartaban de las masas o se separaban para el estudio e interpretación de la ley. Eran considerados como un partido político-religioso, que perseguían la transformación del judaísmo de una religión de sacrificios a una religión de leyes; ellos desarrollaron la tradición oral y eran maestros tanto de la ley escrita como oral. Eran el grupo de mayor representación e influencias en el pueblo en general, y por ende controlaban las sinagogas.

Lo cierto es, que los Escribas y los Fariseos, eran los responsables de la espiritualidad del pueblo, en el tiempo de Jesús. Ellos eran los maestros, los líderes, los doctores de la ley, los expertos en las escrituras. Y los que velaban para que se cumplieran lo mejor posible, las leyes y las tradiciones. Es interesante ver que Jesús se dirige a los Escribas y Fariseos, dejando fuera a los Saduceos, otro grupo que ejercía bastante influencia desde su relación con el Imperio Romano; dentro de estos tres grupos, los saduceos eran los más liberales, por lo que no gozaban de mucha popularidad dentro del pueblo. En cambio los Escribas y Fariseos, eran respetados y tenidos en alto por el pueblo. Ellos eran los verdaderos líderes y maestros de los judíos.

El escritor del evangelio de Mateo presenta un estribillo, que según él usó Jesús en sus denuncias públicas contra los Escribas y Fariseos, ese estribillo es “¡Ay de vosotros escribas y fariseos, hipócritas!”, que se repite en ocho ocasiones, seguido de las características negativas que describían a estos dos grupos. Según este estribillo, para el Señor la hipocresía era uno de los pecados más graves. La hipocresía es definida por la real academia de la lengua española, como   “Fingimiento de cualidades o sentimientos contrarios a los que verdaderamente se tienen o experimentan”. En tal sentido la hipocresía es el antónimo de la sinceridad. La sinceridad es equivalente a transparencia, a honestidad, a presentarse tal y como es; mientras que la hipocresía es sinónimo de engaño, de mentira, de falsedad, de deshonestidad, entre otros.

Es interesante ver que la quinta denuncia de Jesús, contra estos dos grupos, finaliza diciendo “¡Guías ciegos, que coláis el mosquito, y tragáis el camello!”, claro que esto es una metáfora, ya que sabemos que no es posible que un ser humano se pueda tomar en un vaso de refresco a un camello; Jesús está diciendo que los escribas y fariseos, se preocupaban de cumplir y hacer cumplir cosas insignificantes y pequeñas de las leyes y las tradiciones, mientras que se encontraban involucrados en otras tantas casas, con las mismas implicaciones y tal vez mayores. Lo que llama la a tensión  del caso, es que Jesús se está dirigiendo, nada más y nada menos que a los líderes religiosos del momento, no se dirige a los paganos e impíos, sino a los guías espirituales del pueblo. A los que aparentemente reflejaban la santidad por encima de la ropa, a los que todo el pueblo respetaba por su aparente reputación. Jesús está diciendo, que una cosa es lo que aparentaban los escribas y fariseos, y que otra cosa es lo que eran en verdad. En otras palabras eran puros payazos.

Sin embargo, si extrapolamos lo que estaba siendo escenificado en el tiempo de Jesús, a nuestro contexto actual, cabria preguntarnos ¿Quien es perfecto? ¿Quién es capaz de decir que que no está representado en los escribas y fariseos? ¿Quién está libre para tirar la primera piedra? Lo cierto es, que siempre que nos acercamos a Mateo 23, nunca nos identificamos con los escribas y fariseos, sino quizás con el pueblo que es visto como inocente, como la victima que está siendo engañada, y nunca como el victimario. Una ojeadita a los capítulos que siguen, en este libro de Mateo, demuestran que es este mismo pueblo, que aparentemente es engañado, es víctima, es el que grita: “crucifíquenle”; “a otro salvó y a él no se puede salvar”; “que suelten a Barraba”. Como se puede ver, los escribas y fariseos eran los dignos representantes del pueblo, incluyendo a los discípulos de Jesús, que cuando vieron la hora de la verdad se marcharon, dejando solo a su maestro. ¿Quién de nosotros no ha sido o es hipócrita? ¿Quién de nosotros vive en perfecta santidad? Lo cierto es, que puede ser que mostramos fortaleza en algún aspecto de nuestra vida de fe, pero esa misma fortaleza que exhibimos son reveladoras de nuestras debilidades. Nos convertimos en ocasiones en jueces y verdugos, frente a las debilidades de otros, sin mirarnos a nosotros mismos que en eso aparentemente soy fuerte se está mostrando mi debilidad, la falta de piedad frente a mi hermano.   

¿Quién es perfecto?                 

                                  

EL PROPÓSITO DE DIOS, INCLUYE LA VOLUNTAD DEL INDIVIDUO

Uno de los atributos de Dios es la soberanía. La soberanía implica, por lo regular, que Dios está por encima de todo y que hace lo que bien le parece con quien El quiere, sin tener que preguntarle a nadie si es correcto o incorrecto, si lo merece o no.

Y lo cierto es, que el concepto Dios, como tal, alude al ser que lo llena todo, que lo puede todo, que lo conoce todo, que está por encima de todo, y que hace de lo imposible posible. Estos caracteres son los que definen el término soberanía. Si se realizara una encuesta, dentro de las diferentes modalidades del cristianismo, de seguro que el 100% admitiría que cree, que Dios es soberano. Sin embargo, una observación detenida, a la praxis de la gran mayoría de los creyentes, demuestra, ciertamente, que “entre el dicho y el hecho, existe un gran trecho”, como dice el refrán.
     
Uno de esos casos, está ligado al concepto que tenemos, la mayoría de los creyentes, a cerca de la Escritura (la Biblia). Y no quiero que me mal entiendan, pues soy un defensor a carta cabal de la misma. Se nos ha enseñado, por años, sobre la doctrina de la “Inerrancia de las Escrituras”, que en lugar de acercarnos para conocer y disfrutar de las verdades eternas y liberadoras, contenidas en las Escrituras, más bien nos esclaviza y nos aterroriza, creando en nosotros una falsa reverencia al momento de acercarnos a la Biblia. Tanto ha incidido este concepto de la “inerrancia de la Escritura”, que nos hemos convertido en “bibliólatras”; es decir, en poner a la Biblia en el lugar de Dios, tanto, que hasta el mismo Dios tiene que someterse a ella, y no puede hacer nada que de alguna manera ella no apruebe. Lo que en tal caso, hace más a la Biblia la poseedora de la absoluta soberanía y no a Dios.

La verdad es, que la Escritura es la que nos revela, de forma especial, a Dios y sus atributos. En ella encontramos, parte de lo que Dios mismo ha querido que sepamos de Él; sin embargo, son tantas y tantas las cosas, que se desconocen y que ella (la Biblia) no nos revela, acerca de Dios. En el libro de Isaías, su capítulo 55 y versículos 8-9, dice: “Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos, dijo Jehová.

Como son más altos los cielos que la tierra, así son mis caminos más altos que vuestros caminos, y mis pensamientos más que vuestros pensamientos.” (VRV 60). Este pasaje nos invita a ver dos cosas, de manera tácita: primero, que el ser humano está limitado, por lo que jamás podrá entender de forma perfecta, ni si quiera lo cree conocer; en este sentido se expresa el Dr. Justo L. González al decir que “mientras más entramos al mundo del conocimiento, mas entendemos que es muy poco lo que conocemos, que es mucho mas lo que se aleja de nuestros saberes”. En segundo lugar, que Dios es insondable; lo que implica que, no importa lo que el ser humano haga, jamás podrá conocer a fondo a Dios. El salmista se expresa en tal sentido, cuando dice en el Salmo 139 y versos 3-4, 6: “Has escudriñado mi andar y mi reposo, Y todos mis caminos te son conocidos. Pues aún no está la palabra en mi lengua, Y he aquí, oh Jehová, tú la sabes toda. Tal conocimiento es demasiado maravilloso para mí; Alto es, no lo puedo comprender.” (VRV 60). Por lo que decimos, que aun la Biblia admite no tener todas las verdades, ni las profundidades acerca de Dios.

Debemos entender que Dios, si es Dios, está por encima de esa Escritura que llamamos Sagrada. La Escritura se escribe a consecuencia del ser humano y no a consecuencia de Dios. Mucho antes, de que se recopilaran los libros que componen la Biblia, Dios era. E incluso, ya el ser humano era. Sin embargo, cabe decir aquí, que es el ser humano que debe estar sometido a la Escritura, y no que los seres humanos intentemos someter a Dios a la misma. Lo más correcto e importante, debe ser que seamos capaces de fomentar una intima relación con ese Dios que nos presenta la Escritura. De forma tal que entremos en sus propósitos. Creo que cuando una persona decide aceptar a Cristo como su Salvador y Señor, está rindiendo su voluntad a Él. En tal sentido, debe estar dispuesta a dejar que sea Dios que haga con ella, según sea su voluntad.

Durante mi tiempo de creyente y como un insistente estudiante de la Biblia, he podido comprobar lo siguiente:

1. Que Dios realmente es Soberano. Que tiene el control de todo lo que existe. Aun de lo más mínimo que ocurre, por insignificante que nos parezca que sea.

2. Que Dios tiene un gran plan general, que ha puesto en marcha. Y que parte de ese plan lo podemos encontrar revelado en la Biblia.

3. Que en el que conoce a Dios, y tiene una intimidad con Él, todo lo que le pasa (positivo o negativo) está dentro del propósito de Dios para con su vida.

4. Que a pesar de Dios ser soberano, no viola las voluntades de los seres humanos.

Dios tiene un propósito para con cada individuo que rinde su voluntad a Él, pero no lo aplica de forma arbitraria (aunque puede hacerlo), sino que le permite a cada quien, que decida de manara voluntaria, entrar o no en dicho plan. En otras palabras, Dios crea todas las condiciones, para que conozcamos y entendamos, que somos parte de su propósito, y de esa manera decidamos entrar en su
voluntad.

La decisión de entrar o no en el propósito que Dios tiene para nosotros, siempre implica riesgo y perdida. Lo que sea que decidamos, seguir o no seguir, el propósito implica riesgo y pérdida. Y debemos ver esto como parte de la ley natural, de la siembra y la cosecha. Para poder cosechar, primero hay sembrar. Sembrar implica pérdida y riesgo: nos debemos desprender del grano, que pudiera servirnos como alimento; y corremos el riesgo de perderlo todo; aun el mismo grano debe dañarse por completo (podrirse) para poder germinar. Por otro lado, si nos aferramos al grano, y no estamos dispuestos a perderlo, entonces perdemos el privilegio cosechar. Según Romanos 8:28, todo final, en a el propósito de Dios para nuestras vidas, resultará en beneficios para nuestro favor. Lo que garantiza una cosecha segura, prometida por Dios. ¿Qué debo arriesgar para entrar en el propósito de Dios? ¿Cuál es la demanda implicada en mi decisión de seguir el propósito de Dios? Lo cierto es, que en ocasiones, y esto sí que resulta bien difícil, seguir el propósito que Dios tiene para nosotros, implica la pérdida de familia, de la reputación, del empleo, del ministerio, de bienes e inmuebles materiales, etc. Entre otras tantas cosas, que nos preguntamos porque; al no entender en el momento lo que está pasando. Y lo peor del caso es, que se levantan los que están a nuestro alrededor, que tampoco entienden nada, para acusarnos, pisotearnos y ridiculizarnos en nombre de la religión (Job, capítulos del 1-5). Solo una cosa debe quedarnos claro, y es el saber que estamos en las manos de Dios, que lo que pasó, pasa o pase, en nuestras vidas, Dios lo está monitoreando; y que en esos momentos difíciles, seamos capaces de decir “Yo sé que mi Redentor vive, y al fin se levantará sobre el polvo; Y después de deshecha esta mi piel, en mi carne he de ver a Dios”. (Job 19:25-26).

“Que Dios nos ayude a tomar las decisiones más apropiadas, siempre.”

martes, 21 de junio de 2016

“UNA TEOLOGÍA ALTERNATIVA” (Por Fco. Pablo Fortuna A. Th, D.)

“No améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él”. (1 Juan 2:15)

“¡Oh almas adúlteras! ¿No sabéis que la amistad del mundo es enemistad contra Dios? Cualquiera, pues, que quiera ser amigo del mundo, se constituye enemigo de Dios”. (Santiago 4:4)


Pasajes como estos, así como Ef. 2:2; Col. 2:8, 20; Sant. 1:27; 2 Ped. 1:4; 2:20, entre otros. Han servido de base, al desarrollo de una Teología Dualista que ha dominado el pensamiento teológico, en las diferentes generaciones del cristianismo. Esta teología hace una separación de todo lo que existe, en el universo, en dos grandes caracteres, a saber: Las cosas de carácter sagrado y las cosas de carácter no sagrado. Por ende, con mucha frecuencia se escuchan expresiones tales como: “El mundo secular/el mundo cristiano” “lo espiritual/lo mundano”, entre otras,  dentro de nuestro lenguaje religioso.

Lo cierto es, que este tipo de pensar, tiene unas raíces mucho más profunda de lo que los cristianos comunes conocemos. Estas raíces, pertenecen a la filosofía griega, y no al  sistema de pensamiento que dominaba al judaísmo. El primero en expresarse en estos términos es el presocrático Anaxágoras (494-428 a. C.), quien postulaba que fuera de la materia inanimada, existe una Razón ordenadora. Anaxágoras, reaccionó al postulado de su antecesor Heráclito (530-470 a. C.), que decía que la materia universal, además de estar animada, es también una razón. Tanto para Heráclito como para Anaxágoras, la Razón tenía una implicación directa con lo divino. Dicho de otro modo, para Heráclito el universo constituye la Deidad (monismo o panteísmo), por lo que Dios es inmanente al universo; mientras que para Anaxágoras, Dios es el ordenador del universo y tiene existencia fuera del mismo, o sea Dios trasciende al universo. De estas dos formas de pensar, se alimentan los post-socráticos, Platón y Aristóteles.

Platón, se identificó con el postulado de Heráclito, y desarrolló su teoría del “Demiurgo”, el gran y perfecto ser, de donde sale todo y a donde todo vuelve. Mientras que para Aristóteles, el postulado de Anaxágoras era más coherente, por lo que, lo amplifica con su teoría del “Motor que lo mueve todo sin ser movido por nada”. Es interesante destacar, que el cristianismo, a partir del siglo II, se alimenta tanto del neoplatonismo como del aristotelismo. Panteno, Clemente de Alejandría y Orígenes, por ejemplo, son seguidores de la filosofía aristotélica presentada por Filón; mientras que el insigne Agustín de Hipóna, es influido por el neoplatonismo de Plotino. Es a través de estas influencias de la filosofía griega, como se comienza a desarrollar los sistemas de pensamientos teológicos, que han dominado el espectro del cristianismo en todos los tiempos de su existencia.

La filosofía griega lo divide todo en dos (dicotomismo), haciendo contraste entre las partes. De ahí que se desarrollan las ideas de lo bueno versus lo malo, la luz versus las tinieblas, lo material versus lo espiritual, lo de arriba versus lo de abajo, la gloria versus el infierno, la vida versus la muerte, la alegría versus la tristeza, la riqueza versus la pobreza, lo santo versus lo inmundo, lo limpio versus lo sucio, etc. Para esta filosofía todo lo material, es malo por naturaleza; solo lo espiritual e inmaterial es bueno y puro, en sí. Pero cabría preguntarnos ¿Es este el mensaje que presenta la Escritura? ¿Esa es la manera en Dios ve su creación? ¿O existe otra forma de pensamiento avalado por la Escritura?

Como señalé en el segundo párrafo, para los judíos, las cosas eran vistas muy diferente a como la veían los griegos. Dice  A. Elwood Sanner y A. F. Harper, en su libro “Explorando la Educación Cristiana” (pág. 38); y cito: “Este énfasis que los hebreos le dieron a la instrucción a su vez les impartió a ellos un enfoque integral de la vida (negrita mía); no había separación entre lo sagrado y lo secular. Toda verdad, pues, procede de Dios. La doctrina bíblica de la creación proporcionaba un cuidadoso equilibrio entre trascendencia e inmanencia, lo que libró a Israel del fetichismo y el panteísmo. El reino de la naturaleza y el reino de la mente no eran considerados extraños el uno del otro. La verdad descubierta y desenterrada por los procesos racionales humanos es parte de la auto-manifestación de Dios mediante la revelación general.   Cuando la vida es sagrada, toda actividad es para la gloria de Dios.” Fin de la cita. Como se puede apreciar, en la forma de pensar de los hebreos, todo era sagrado; y todo estaba controlado por Dios. Si hacemos un recorrido cuidadoso, por todo al Antiguo Testamento, nos daremos cuenta de que no existe tal cosa como lo “secular y lo religioso”.
La teología dualista ha hecho que la Iglesia se mantenga al margen, de todos los aspectos sociales de la vida cotidiana, enfocando sus esfuerzos solo a lo litúrgico o lo espiritual, como se le llama frecuentemente. Este tipo de teología, deja una gran brecha que no permite que los cristianos demos la verdadera repuesta que Dios espera de nosotros, y que nos mantengamos con una actitud de Laissez-faire, ante todas las problemáticas que nos rodean. Lo cierto es, que los creyentes estamos llamados a entender que si Dios es el creador del universo (y así decimos, sin importar a que modalidad del cristianismo, pertenezcamos), entonces todo el universo es sagrado, conjuntamente con todo lo que en él existe (Gn. 1:31; 2:1-3).
Ahora bien, cuando 1 Juan 2:15, dice “no améis al mundo” o cuando Stg. 4:4, dice que “la amistad con el mundo es enemistad contra Dios”, ¿A que se refieren con la palabra mundo? ¿Es esta palabra sinónimo del cosmos (universo)? ¿Puede ser sustentada la irresponsabilidad y dejadez que se puede apreciar en la mayoría de los creyentes, de este tiempo, frente a la creación, en estos pasajes? Es interesante observar, que el propio pasaje de 1 Juan 2, define en qué contexto es utilizada la palabra mundo. El versículo 16 dice: “Porque todo lo que hay en el mundo, los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida, no proviene del Padre, sino del mundo.” (Cursivas y negritas, mías) Así que, esta palabra mundo en este pasaje, no es equivalente a cosmos (universo), sino que implica el grado de pecaminosidad de los individuos. Los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida, es lo que es representado por la palabra mundo, en este pasaje   de 1 Juan 2. Aquí se Hace referencia a los desenfrenos humanos, a la envidia en el ser humano y al orgullo en el ser humano. En ese mismo sentido se expresa Santiago 4, en los versículos 1-3 dice: “¿De dónde vienen las guerras y los pleitos entre vosotros? ¿No es de vuestras pasiones, las cuales combaten en vuestros miembros? Codiciáis, y no tenéis; matáis y ardéis de envidia, y no podéis alcanzar; combatís y lucháis, pero no tenéis lo que deseáis, porque no pedís. Pedís, y no recibís, porque pedís mal, para gastar en vuestros deleites.” (Cursivas y negritas mías). Como se puede ver, tampoco en Santiago, la palabra mundo equivale a cosmos (universo), sino más bien a pasiones, codicias, envidia y deleites.  Todo vinculado al grado de pecaminosidad, de los individuos.

En lugar de la teología dualista (o dicotómica), que ha dominado al pensamiento cristiano en todos los tiempos, incluyendo el nuestro, la Escritura presenta una teología alternativa, más humana y más coherente. Esta es una Teología Holística (integral), que ve y resalta, la obra de Dios en todo el universo, y los elementos que los componen. Una teología que no le da la espalda ni ataca a la ciencia, por que entiende que toda verdad desenterrada por ella es verdad de Dios; una teología que se introduce en cada cultura sacando los elementos que en ella,  no glorifican a Dios y resaltando aquellos que si son parte de la obra majestuosa del creador; una teología que ve a Dios en las diferentes expresiones de las artes. Una teología que transforma y afecta no solo algunos corazones, dentro de la sociedad, sino que trastorna los sistemas corrompidos y mal formados de las distintas culturas. Una teología que no tiene vacas sagradas y otras no sagradas, sino que busca un trato de igualdad para todas y todos. Porque esa es la voluntad del creador, una verdadera justicia al alcance de todas y todos.

       
                                                      

29/01/2012