Uno de los atributos de Dios es la soberanía. La soberanía implica, por lo regular, que Dios está por encima de todo y que hace lo que bien le parece con quien El quiere, sin tener que preguntarle a nadie si es correcto o incorrecto, si lo merece o no.
Y lo cierto es, que el concepto Dios, como tal, alude al ser que lo llena todo, que lo puede todo, que lo conoce todo, que está por encima de todo, y que hace de lo imposible posible. Estos caracteres son los que definen el término soberanía. Si se realizara una encuesta, dentro de las diferentes modalidades del cristianismo, de seguro que el 100% admitiría que cree, que Dios es soberano. Sin embargo, una observación detenida, a la praxis de la gran mayoría de los creyentes, demuestra, ciertamente, que “entre el dicho y el hecho, existe un gran trecho”, como dice el refrán.
Uno de esos casos, está ligado al concepto que tenemos, la mayoría de los creyentes, a cerca de la Escritura (la Biblia). Y no quiero que me mal entiendan, pues soy un defensor a carta cabal de la misma. Se nos ha enseñado, por años, sobre la doctrina de la “Inerrancia de las Escrituras”, que en lugar de acercarnos para conocer y disfrutar de las verdades eternas y liberadoras, contenidas en las Escrituras, más bien nos esclaviza y nos aterroriza, creando en nosotros una falsa reverencia al momento de acercarnos a la Biblia. Tanto ha incidido este concepto de la “inerrancia de la Escritura”, que nos hemos convertido en “bibliólatras”; es decir, en poner a la Biblia en el lugar de Dios, tanto, que hasta el mismo Dios tiene que someterse a ella, y no puede hacer nada que de alguna manera ella no apruebe. Lo que en tal caso, hace más a la Biblia la poseedora de la absoluta soberanía y no a Dios.
La verdad es, que la Escritura es la que nos revela, de forma especial, a Dios y sus atributos. En ella encontramos, parte de lo que Dios mismo ha querido que sepamos de Él; sin embargo, son tantas y tantas las cosas, que se desconocen y que ella (la Biblia) no nos revela, acerca de Dios. En el libro de Isaías, su capítulo 55 y versículos 8-9, dice: “Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos, dijo Jehová.
Como son más altos los cielos que la tierra, así son mis caminos más altos que vuestros caminos, y mis pensamientos más que vuestros pensamientos.” (VRV 60). Este pasaje nos invita a ver dos cosas, de manera tácita: primero, que el ser humano está limitado, por lo que jamás podrá entender de forma perfecta, ni si quiera lo cree conocer; en este sentido se expresa el Dr.
Justo L. González al decir que “mientras más entramos al mundo del conocimiento, mas entendemos que es muy poco lo que conocemos, que es mucho mas lo que se aleja de nuestros saberes”. En segundo lugar, que Dios es insondable; lo que implica que, no importa lo que el ser humano haga, jamás podrá conocer a fondo a Dios. El salmista se expresa en tal sentido, cuando dice en el Salmo 139 y versos 3-4, 6: “Has escudriñado mi andar y mi reposo, Y todos mis caminos te son conocidos. Pues aún no está la palabra en mi lengua, Y he aquí, oh Jehová, tú la sabes toda. Tal conocimiento es demasiado maravilloso para mí; Alto es, no lo puedo comprender.” (VRV 60). Por lo que decimos, que aun la Biblia admite no tener todas las verdades, ni las profundidades acerca de Dios.
Debemos entender que Dios, si es Dios, está por encima de esa Escritura que llamamos Sagrada. La Escritura se escribe a consecuencia del ser humano y no a consecuencia de Dios. Mucho antes, de que se recopilaran los libros que componen la Biblia, Dios era. E incluso, ya el ser humano era. Sin embargo, cabe decir aquí, que es el ser humano que debe estar sometido a la Escritura, y no que los seres humanos intentemos someter a Dios a la misma. Lo más correcto e importante, debe ser que seamos capaces de fomentar una intima relación con ese Dios que nos presenta la Escritura. De forma tal que entremos en sus propósitos. Creo que cuando una persona decide aceptar a Cristo como su Salvador y Señor, está rindiendo su voluntad a Él. En tal sentido, debe estar dispuesta a dejar que sea Dios que haga con ella, según sea su voluntad.
Durante mi tiempo de creyente y como un insistente estudiante de la Biblia, he podido comprobar lo siguiente:
1. Que Dios realmente es Soberano. Que tiene el control de todo lo que existe. Aun de lo más mínimo que ocurre, por insignificante que nos parezca que sea.
2. Que Dios tiene un gran plan general, que ha puesto en marcha. Y que parte de ese plan lo podemos encontrar revelado en la Biblia.
3. Que en el que conoce a Dios, y tiene una intimidad con Él, todo lo que le pasa (positivo o negativo) está dentro del propósito de Dios para con su vida.
4. Que a pesar de Dios ser soberano, no viola las voluntades de los seres humanos.
Dios tiene un propósito para con cada individuo que rinde su voluntad a Él, pero no lo aplica de forma arbitraria (aunque puede hacerlo), sino que le permite a cada quien, que decida de manara voluntaria, entrar o no en dicho plan. En otras palabras, Dios crea todas las condiciones, para que conozcamos y entendamos, que somos parte de su propósito, y de esa manera decidamos entrar en su
voluntad.
La decisión de entrar o no en el propósito que Dios tiene para nosotros, siempre implica riesgo y perdida. Lo que sea que decidamos, seguir o no seguir, el propósito implica riesgo y pérdida. Y debemos ver esto como parte de la ley natural, de la siembra y la cosecha. Para poder cosechar, primero hay sembrar. Sembrar implica pérdida y riesgo: nos debemos desprender del grano, que pudiera servirnos como alimento; y corremos el riesgo de perderlo todo; aun el mismo grano debe dañarse por completo (podrirse) para poder germinar. Por otro lado, si nos aferramos al grano, y no estamos dispuestos a perderlo, entonces perdemos el privilegio cosechar. Según Romanos 8:28, todo final, en a el propósito de Dios para nuestras vidas, resultará en beneficios para nuestro favor. Lo que garantiza una cosecha segura, prometida por Dios. ¿Qué debo arriesgar para entrar en el propósito de Dios? ¿Cuál es la demanda implicada en mi decisión de seguir el propósito de Dios? Lo cierto es, que en ocasiones, y esto sí que resulta bien difícil, seguir el propósito que Dios tiene para nosotros, implica la pérdida de familia, de la reputación, del empleo, del ministerio, de bienes e inmuebles materiales, etc. Entre otras tantas cosas, que nos preguntamos porque; al no entender en el momento lo que está pasando. Y lo peor del caso es, que se levantan los que están a nuestro alrededor, que tampoco entienden nada, para acusarnos, pisotearnos y ridiculizarnos en nombre de la religión (Job, capítulos del 1-5). Solo una cosa debe quedarnos claro, y es el saber que estamos en las manos de Dios, que lo que pasó, pasa o pase, en nuestras vidas, Dios lo está monitoreando; y que en esos momentos difíciles, seamos capaces de decir “Yo sé que mi Redentor vive, y al fin se levantará sobre el polvo; Y después de deshecha esta mi piel, en mi carne he de ver a Dios”. (Job 19:25-26).
“Que Dios nos ayude a tomar las decisiones más apropiadas, siempre.”